Tiempos de Nieve

Ha entrado el invierno,
la nieba cubre el Valle y la Navidad
es si cabe más triste.

Navidad agria, a pesar de las tostas
en almíbar.
Soy una vieja huérfana, que quisiera recuperar los cuentos de su madre
brindar con su amante y llegar a hurtallidas cargada de regalos.

no me he portado tan mal como para que me traigan dos medias y un faja...
menos mal que conservo mis novelas....

La hora de merendar

¡Coña! o coñac si quiere usted tomar un trago.
No estoy de humor para que un crío tome el pelo
a esta vieja.

Se acercó la pequeña, con ese muchacho desaliñado,
de pantalones caídos y gorra ladeada como si
el viento le hubiera sorprendido.

Ofrecí pastas y leche templada.


Como un raterillo abrió todos los armarios
me hizo recordar los tiempos pasados
cuando venían esos hombres
a ver si podían llevar algo.


Oiga usted señorito, todo lo que busca está en la mesa
siéntese.
Me respondió haciéndose con el derecho de palabra.

me dirijí a Claudia, la besé la mejilla
lo miré a él con serenidad y severamente

va a empezar la misa, gracias por vuestra visita.
Eladio llegó agitado,
las puertas se abrieron como una garganta al vacío
la muerte llegó tras sus palabras.

Abandonamos las tareas,
quedó la nata asfixiando la leche,
y nostros blancos como espectros

bajamos el camino al pueblo en punto muerto
callados, apresurados,
Cruzar la plaza, páramo en niebla, era como atravesar
un desfiladero de puntillas.

Candiles aturdidos, tamblaban tras las ventanas.
las calles corrían en susurros.

No se muy bien porqué
me decidí por la toquilla morada.

Atardecer

Abundancia era lo que escaseaba.

La imagen desoladora del ganado hecho trizas
padre sobre las rocas con las manos entrelazadas,
y la mirada al norte,
madre abrazandolo
y los niños ajenos a la desgracia
se acercaron a los abuelos en la puesta de sol.
Se escondieron bajo sus brazos
recortando el desolado aterdecer.

Era un cuadro precioso,
ceniza en los campos.

En sombra

Calculo la tierra de dónde vengo
y creo nacer en las gotas de lluvia
que se vuelcan al Asón.

El pan que padre dejó aquella tarde sobre la mesa
el vino con que mis hermanos brindaron,
el puro que probé y la tos que provocó en mi garganta.

La sal de mi cuerpo bordeando tus manos.
Eladio, cuan tiempo ha paso y aún tu olor se
desgasta en mis armarios.
No me he deshecho aún del pañuelo con tus iniciales.

Querido Eladio, se que me esperas para contarte
esta vida llena de bodas.

Las gentes han cambiado y yo me he encorvado hacia la tierra,
espero tu abrazo como el calor de la primavera.
Tiendo mi desnudez en el lecho vacío
y las puntas de seda recorren las curvas voluptuosas,
que amaste.

El candil no se apaga y en la sombra de mi pluma sigues
resucitando el calor de mis venas.